Esto es un relato llamado el último tren a Londres, una narración épica de españoles en Inglaterra.
Si no te entendiste la entrada anterior del muro, puede que te guste esta.
El viaje a Inglaterra
Sí fue el último, volvía de Liverpool de visitar a un amigo enfermo. Había emigrado a Inglaterra porque estaba convencido de que en los paises anglosajones se vivía mejor.
El llamado como fuera, bueno, se llamaba Enrique y quería que le dijeramos Enrich.
Me daba igual, cada uno marca sus destinos como mejor provee.
La historia
Había estado en los Estados Unidos, haciendo múltiples trabajos, desde camarero de cruceros, hasta capataz de chimeneas de embarcaciones.
Curiosamente debajo de los suburbios, en las fosas sépticas donde había nada más que ratas, según me cuenta.
Verdaderamente un somormujo de cuidado.
Parece ser que cuando avistamos Liverpool y llegamos a su casa nos recibió con cierta frialdad, cruzamos las manos y me quedé puesto con el abrazo; tuve que hacer un ademán para que notara que no deseaba abrazarlo.
La visita fue breve, y me quedé con las ganas de visitar Penny Lane, el lugar célebre de The Beatles.
Iba para un par de días, y no es mentira eso del clima inglés.
Hubiera preferido ir a Escocia a visitar sus castillos, su whisky y sus bellos paisajes.
Iba a lo que iba.
Era uno más del club de la poesía.
De vuelta a España
Ya preparando la vuelta a Londres, para coger el avión rumbo a Madrid, estaba inquieto.
Me preguntaba a mí mismo si cogería el último tren a Londres.
Y asi fue, apurando los últimos sorbos del «follazas«, que así se le llama al vino con Cocacola, me comí un trozo de mortadela con mantequilla, que me dieron ganas de ir a su peculiar W.C.
Y… que pierdo
El último tren a Londres
Tuve suerte, llegué al andén y salté de soslayo, consiguiéndome hacer un hueco en una butaca vacía con la suerte que enfrente mía iba una chica de Badajoz.
Para mis adentros pensé:
¡Vaya con el tren de Londres!
-Ya existen trenes modernos, nos lo que había antes,-me comentó la chica de Badajoz, viéndome apurado.
Le solté una sonrisa.
La «pesadilla» del último tren a Londres, había terminado, sobre todo por ir con esta grata compañía, pensar que podíamos haber llegado tarde los dos.
Llegué a Londres, pero ella, se quedó allí.
Imágen cortesía de Pixabay Shutterbug75 / 907 images
Pingback: Palabras a mí mismo de Hugh Prather. Reseña del libro