Mi vida era dura sobre todo en el invierno. Con las inmensas nevadas, tenía que proteger a mis animales de las heladas, y siempre los tenia recubiertos con plásticos y estufas. Me levantaba temprano y les ponía la comida y el agua.
Después me iba a la cabaña, encendía la chimenea y pasaba largos ratos leyendo. Las cabezas de ganado vendidas en primavera y verano, me daban el sustento para poder pasar el largo invierno.
Desde mi rancho apenas veía gente en días, y el frío me hacia no moverme siquiera para ir a la taberna de Tom. El paisaje podía ser todo lo bonito que fuera, pero quedaba inmóvil, con la rutina de cuidar a mis animales y dar vueltas por la cabaña del rancho.
Alguna vez se dejaba caer algún amigo que otro, solamente los fines de semana. Iban antes de atardecer y les invitaba a que se quedaran. La vuelta en el anochecer era difícil con las nevadas y a caballo.